“La Voz Ganadora”, anuncia el rótulo colgado en la puerta de Nemesio Morales Ruiz. Además, en el mismo tamaño de letra, se especifican las dos tarifas: “1.000 guaraníes por preguntar y 50.000 si te respondo”. La última vez que cobró la segunda tarifa fue en mayo de 2003.
Los vecinos de Pacarí, pueblito paraguayo cercano a las fronteras de Bolivia y Brasil, recurren desde hace más de 12 años a la ayuda de Nemesio. Saben que es de fiar porque responde poco.
Bajo el prisma de un cuadro estadístico, lo que se ve no sorprende. El 5% de las preguntas son variopintas, el 15% están vinculadas al amor y al desamor, el 20% se centran en asuntos de trabajo y el 60% buscan saber si tal o cual número de la lotería saldrá premiado. Y esa última cifra es comprensible porque a quienes juegan con la suerte les es más barato el silencio de Nemesio que comprar una fracción de billete. Por eso mismo, no es raro ver a ludópatas, principalmente asuncenos, con listas de centenares de números de distintos premios nacionales y extranjeros.
Directa o indirectamente, todo el pueblo está agradecido a La Voz Ganadora. Antes había una excepción. Durante un período prolongado, el vendedor local de la lotería le tuvo un indeseado rencor, hasta que supo cómo sacarle provecho a la situación. Se ha instalado frente a la casa de Nemesio y, en la cabecera de su puesto ambulante, destaca un cartel que dice: “Billetes con foto de recuerdo”. Anuncio que no despierta el interés de ningún vecino; sin embargo, a los turistas los atrae como a moscas. Para colmo, los billetes están caducados y a nadie le importa. Eso sí; la foto es una Polaroid instantánea con encuadre a gusto del cliente.
Es de dominio público que La Voz Ganadora se ha pronunciado siete veces y nunca ha fallado. Son casos simples de comprobar. Las personas beneficiadas son pruebas en vida. Una se ha enriquecido de la noche a la mañana, cuatro han realizado negocios muy favorables, otra sigue felizmente casada —es la envidia del pueblo— y la séptima encontró el omóplato de su tatarabuela.
Hablando con Nemesio Morales Ruiz, en privado, me dijo que las veces que su voz interna se había pronunciado con claridad eran ocho. La primera fue cuando le dijo que si incluía una segunda tarifa, la más baja, solucionaría su economía de por vida.
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